“Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. . . . Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan.”

Carta a los Romanos 12:10, 14

En nuestras relaciones familiares, con amigos y conocidos, de manera esporádica o frecuentemente tenemos diferencias con ellos, nos sentimos incómodos y molestos por la ofensa que nos hicieron o por mi actitud intolerante. Esto lleva a un distanciamiento, nos incomunicamos o ellos con nosotros, eso nos provoca un estado de desánimo o apatía. ¿Qué debemos hacer o cuál debe ser nuestra actitud sin que transcurran los días?

Primero debemos reflexionar, determinar el valor de la relación o la amistad. Cuando es dentro de la familia nuclear no podemos retardar el pedir perdón o que nosotros perdonemos. Cuando nuestra diferencia es con otros familiares, amigos o conocidos, es ahí donde debemos aplicar este primer consejo.

En segundo lugar, debemos hablar para aclarar nuestra posición. Saber escuchar la posición del otro para que el perdón sea sincero y veráz; la comunicación no solo debe ser aclaratoria sino continuar comunicándonos. El genuino perdón es olvidar el asunto. Debemos ser sinceros y transparente, que no quede ninguna duda o mal pensamiento, eso nos lleva al centro del problema, con el propósito que ese asunto o malestar no se vuelva a repetir. Posiblemente tengamos diferencia en nuestra manera de pensar, porque como humanos a veces tendemos a repetir la misma escena, tengamos cuidado de no ser repetitivos porque al reconciliarnos no debe quedar nada pendiente, eso evitará que volvamos a caer en ese inconveniente.

La Biblia nos recomienda: “El que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños; que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga.” —1a carta del Apóstol Pedro 3:10,11.

Lee Romanos 12:10-18