Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les he mandado. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi padre le oí decir se los he dado a conocer a ustedes.

Evangelio de Juan 15:13-15

Qué linda es la amistad con Jesús, el Hijo de Dios. Cuánta sinceridad hay en esta experiencia que tuvieron los discípulos, el oír a Jesús expresar su amistad hacia ellos, considerarlos sus amigos, ya no sus ayudantes, acompañantes, o servidores, sino les aclara que él los considera amigos. Es la primera vez que usa esta expresión como declaración de su amor por ellos, haciendo la observación de que un verdadero amigo está dispuesto a dar su vida por sus amigos, eso incluía a Judas Iscariote, a ti, a mi y a todo aquel que lo desee. Pero él puso dos cláusulas como condición para la verdadera amistad. La primera cláusula es que, “Jesús escoge a sus amigos para que den fruto, un fruto que permanezca” (v. 16). El se refiere a la obediencia a su mandato, de compartir sus enseñanzas con otras personas para que no se pierdan sino que tengan “vida abundante” o victoriosa que él ofrece (Juan 10:10). Hay una recompensa si se le obedece. “Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre” (v. 16).

La segunda cláusula como condicionante para una verdadera amistad con Cristo, es: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros” (v. 17). Las Sagradas Escrituras declaran una y otra vez desde el libro de Génesis hasta el libro de Apocalipsis, que Dios es amor. Eso es lo que pide Jesucristo a todo aquel que desee su amistad, amar a sus hermanos en la fe, amar a su prójimo como así mismo y amarle a Él, al Padre y al Espíritu. Así Él será nuestro verdadero amigo.

Lee Juan 15:9-17