El escepticismo es falta de confianza, incredulidad, duda, cuestionar y esto afectó al discípulo de Jesús el Cristo, llamado Tomás. A este le informaron los otros discípulos que Jesús había resucitado, pero él no lo creyó sino que respondió, hasta que yo no lo vea, toque su herida en el costado y coloque mi dedo en su mano traspasada no creeré. ¿Por qué la duda o incredulidad de Tomas? Su Maestro había muerto, desilusionado una vez más ya que la religión lo había defraudado, por lo que su ingenuidad considerando el fracaso de Jesús era su motivo para no creer lo que le informaban los que fueron al sepulcro y no encontraron el cuerpo, el relato de las mujeres que decían que se les había aparecido no era creíble. El escéptico necesita la comprobación de la veracidad que sustenta. El relato que Juan nos presenta, cuando Jesús se apareció en el lugar donde estaban reunidos todos los discípulos, las mujeres que lo apoyaron en su ministerio, también estaba presente Maria su madre, más el escéptico Tomás. Jesús los saludo: ¡la paz sea con ustedes! Luego le dijo al incrédulo: pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. —¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomas. El Maestro le reprochó: —porque me has visto, has creído —le dijo Jesús— de la declaración enfática y llena de admiración del discípulo Tomás, uno se pregunta, por qué no dijo, me equivoqué, ustedes estaban en lo cierto o sí estás vivo. Su confesión es demasiada, reconoce en el resucitado Jesús a Dios mismo encarnado en un hombre. Un Dios perfecto y un Hombre perfecto.

De su declaración posteriormente en el siglo segundo aparece la doctrina de la Trinidad de Dios. Padre, Hijo, Espíritu Santo. La declaración de Tomás incluye el señorío del Mesías o Cristo: ¡Señor Mío! A Jesucristo uno tiene reconocer su perfección como el Hijo de Dios, como Salvador y reconocer que Él es Señor de todo y de todos sus seguidores y un día en el futuro toda rodilla se doblará de los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra y reconocerán que Él es Señor para gloria del Padre. Este relato termina con la declaración de Jesús que son dichos o felices “los que no lo vieron y creen en Él”, esta declaración nos incluye a nosotros que vivimos en este siglo veintiuno. Esto debe ser motivo de gozo y de ser agradecidos con Él. ¡Cristo Vive! Y nosotros viviremos también cuando resucite nuestro cuerpo cuando Él regrese a este mundo.

Lee Juan 20:24-29