2. El apóstol Juan recalca la necesidad de la obediencia, es la única prueba del amor. Si amamos a Dios lo obedecemos, primeramente obedecemos sus mandamientos los cuales no son gravosos. También debemos obedecer su voluntad, la cual es buena, agradable y perfecta, su voluntad podemos cumplirla porque es para nuestro beneficio y nos ayuda a crecer en la fe. Nuestra obediencia demuestra que lo amamos, es lo mismo con nuestros padres, nuestra obediencia a ellos es el amor que garantiza nuestra relación con ellos como hijos. Si amamos a Cristo Jesús obedecemos su Palabra, sus enseñanzas, las ponemos en práctica continua, esa demostración garantiza que nuestra relación con Él es lo que Dios espera de sus hijos.
3. Este amor obediente y confiado conduce a dos cosas:
(1) Primero lleva a la seguridad última. En el día del triunfo de Cristo aquellos que lo han amado con obediencia estarán a salvo en un mundo que se derrumba paulatinamente.
(2) En segundo lugar, este amor conduce a una revelación cada vez más plena; Jesús se revela de manera cada vez más completa al hombre y a la mujer que lo ama, porque siempre existe una base moral para la revelación. Cristo se revela al que guarda sus mandamientos, sus enseñanzas.
Concluyo: Cuando amamos a Jesús nuestro Salvador nuestra obediencia a sus mandatos y enseñanzas es manifiesta con hechos, no solo con palabras. Desde el principio, a Dios no le agradaban los sacrificios sino la obediencia a Él y a su palabra. Hay una promesa de Jesús para lo que verdaderamente lo aman: “El que me ama, mi Padre lo amará y yo también lo amaré y me manifestaré a él. El Padre y el Hijo haremos morada en él”. El vive dentro de nosotros, su Espíritu debe sentirlo y eso nos da la seguridad que en los días malos que vienen Él nos guardará y nos llevará con Él, porque Él prometió: “. . . vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté” (Juan 14:3). Ya sea que nos muramos o cuando venga la resurrección de los muertos en Cristo.
Esforcémonos en amar más a Dios y a Jesús su Hijo y recibe la promesa.
Lee Juan 14:21-23