Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en Él, arraigados y edificados en Él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud. Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía: que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo. Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en Él, que es la cabeza de todo poder y autoridad ustedes han recibido esa plenitud.
Carta a los colosenses 2:6-10
Jesús el Cristo es Hijo de Dios, Él dijo una y otra vez que el Padre Dios y Él era uno solo. Recibiendo la plenitud total del Padre y del Espíritu Santo. Experiencia que se manifiesta cuando fue bautizado por el profeta Juan “el bautista”. Recibiendo esa plenitud inició su ministerio, compartiendo la palabra a grupos y a multitudes, enseñando a grupos de personas, entre ellos a sus discípulos a quienes escogió de antemano. Muchas personas lo siguieron reconociéndolo como el Mesías el enviado de Dios.
El apóstol Pablo enseñó a las iglesias formadas en diferentes ciudades y nos ha legado sus enseñanzas también a nosotros de que, cuando se recibe a Cristo Jesús como Salvador y Señor, se debe vivir en Él, dependiendo de su presencia en cada seguidor, aplicar su testimonio y enseñanzas a nuestra vida. Arraigados en Él, es decir con buenas raíces o cimentados en su persona, viviendo en su victoria para afrontar toda circunstancia y para poder ser vencedores ante las artimañas del enemigo el maligno. Los creyentes y discípulos de Jesucristo debemos también ser edificados en su persona, así como se construye un edificio lo cual se hace por secciones o niveles, nuestra fe debe crecer, nuestra dependencia en Él debe ser más sólida cada día, de ese modo podemos ser testigos de Jesús ante las personas que necesitan la salvación de su alma que solamente Él puede darles y la promesa de vida eterna. Todo seguidor de Cristo debe expresarle gratitud por lo que hizo en la cruz al pagar con su vida para no ser condenados como pecadores, gracias a Él fuimos justificados y perdonados por Dios. Debemos dar gracias por nuestra salvación.
El apóstol Pablo termina con una advertencia de tener cuidado de no ser engañados por filosofías absurdas y enseñanzas humanas. Cabe la advertencia porque hoy abundan enseñanzas seudocristianas, satánicas y supersticiosas, además de nuevas filosofías.