Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”

Mateo 28:18-20

La virtud de estas palabras de Jesús fue el secreto que dio fuego al espíritu emprendedor de los primeros discípulos para ir a la conquista de una humanidad que estaba en tinieblas, difundir en la gente el mensaje de salvación lograda por Jesús en la cruz del calvario, esto requiere: acción, energía y profundo deseo de obedecer. Estos discípulos tenían unidad espiritual y pronto cumplieron con la comisión de Jesús con magníficos resultados. ”Así, pues, los que recibieron el mensaje fueron bautizados, y en aquel día . . . unas tres mil personas” (Hechos 2:41). “y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma . . . Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y abundante gracia era sobre ellos” (Hechos 4:32, 33). Y esto se repitió en diferentes lugares en el primer siglo; así fue en las diferentes etapas de sus seguidores a través de los siglos, hasta que llegó a nosotros el evangelio de Jesús y tuvimos la oportunidad de creer y recibirlo en nuestra vida como nuestro Salvador y Señor; esto fue posible a través de la enseñanza de otro cristiano. Esto no fue el fruto de los esfuerzos humanos, sino el milagro maravilloso del Espíritu de Dios que llegó a nosotros. Por lo tanto ya que estamos en Cristo debemos dar testimonio de nuestra fe en Él y compartir con otros de diferentes razas o estrato social el evangelio, el plan de salvación que Cristo ofrece.

Lee Hechos 2:41-47