Entonces oí una voz del cielo, que decía: Escribe: “Dichosos los que de aquí en adelante mueren en el Señor.” Si —dice el Espíritu—, ellos descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan.

Apocalipsis 14:13

La muerte siempre asombra o perturba. Aunque ya quedan pocas cosas que nos asombran. Aunque nuestra vida esté endurecida por los años nos impresiona la muerte. Sobre todo en aquellas personas que nunca han estado en riesgo de muerte. Pocas veces vamos a un funeral, a no ser, que quien está en el féretro sea nuestra madre, nuestro padre o los abuelos, tal vez un hermano si vive cerca de nosotros, o la muerte de un amigo o amiga muy queridos. Lo cierto es que muchos rehuyen ir a una funeraria o al cementerio, yo asisto por deber. Tampoco se habla con alguien de la muerte como tema de conversación, hasta que tenemos que considerar la pérdida de un ser amado, recordamos nuestra convivencia o experiencia con esa persona, como era, cuál era su relación con nosotros. es así como no pueden rehuir ese asunto difícil, porque la muerte no hace pensar en sí misma. También, es posible que rehusemos tocar el asunto por no poder expresarnos, porque conocemos poco, por temor o por superstición. 

Cuando conocemos por los evangelios a Jesucristo, nos damos cuenta que el tiene autoridad para hablar sobre la muerte y enseñarnos la experiencia de morir. El dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y luego murió, al tercer día resucitó por el poder de Padre. Él es nuestra esperanza de tener confianza cuando se nos pida entregar nuestro espíritu o alma. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por medio de mi” (Evangelio de Juan 14:6; 11:25; 14:2; Evangelio de Mateo 245: 34).

Nuestro texto inicial dice: —Que son felices los que mueren en Cristo, es decir creyendo en él, descansaremos de toda actividad en este mundo, pero las obras buenas, el servicio que realizamos en favor de otros, nuestro testimonio de ser cristianos, de compartir con otros nuestra fe en Dios y en Jesucristo, nos seguirán, esto quiere decir que seremos reconocidos por Cristo que después de haber creído en él y tenerlo en nuestro ser, hicimos todo aquello por gratitud y amor a él.

La muerte es benigna, Dios la usa cuando nuestro cuerpo ya no puede retener nuestro espíritu o alma, tiene que regresar a Dios quien lo dio. Algunos llorarán nuestra partida y ausencia. Ellos deben tener también la esperanza de continuar viviendo en la presencia de Dios, en su paraíso; el cielo.

Lee Apocalipsis 14:12-13