Los once discípulos fueron a Galilea a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”

Evangelio de Mateo 28:16-20

En esa ocasión fue la última aparición de Jesús a sus discípulos y ellos escucharon las últimas palabras de Él. En este último encuentro, Jesús hizo tres cosas:

(1) Les dio seguridad sobre su poder, había resucitado y ellos eran testigos de esto y eran siervos de un Señor cuya autoridad sobre la tierra y el cielo estaba fuera de toda duda en ellos.

(2) Les dio una Comisión. Los envío a compartir su evangelio y a convertir a todo el mundo en sus discípulos. El que creyera sería salvo del juicio y la condenación eterna, y el que creyera sería salvo y tendría vida eterna; se les debía enseñar y bautizar.

(3) Les prometió su presencia para que les guiara a cumplir la tarea más grande del mundo, así como a nosotros por haber creído en El.

Importante y necesario: la obediencia.

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