“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor— Planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.” – “Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!”

Jeremías 29:11; Miqueas 7:7

Cuando Jesús (Yeshua) nació en Belén de Judea nació la esperanza para la humanidad, primeramente para los judíos y después para los no judíos o gentiles. Dios por medio de su profeta Jeremías hace una promesa a su pueblo escogido y nos bendice también a nosotros con esa promesa: “a fin de darles un futuro y una esperanza.”

Las promesas del Señor son para creerlas, vivirlas y cifrar nuestro futuro en ellas. Es el testimonio del profeta Miqueas: “yo he puesto mi esperanza en Yehova” (Señor). Ambos profetas nos dan una lección, de que sin dudar debemos esperar en el Señor a la respuesta a nuestras oraciones para la solución de nuestras necesidades. En medio de esta pandemia, nos desanimamos, entristecemos, llega la angustia y el desespero. No olvidemos que Dios tiene el control de todo, está observándonos y fortaleciéndonos en su Espíritu para que nuestra fe no decaiga. Nuestra esperanza debe estar basada en el amor de Dios, cuya expresión máxima y sublime es su Hijo Jesús. La esperanza es un regalo, no depende de nosotros, ni de las circunstancias sino de nuestra relación con Cristo Jesús. Él fue la promesa cumplida de perfecta paz. No estamos solos, debemos confiar en Él, pidamos su paz y tengamos esperanza.

Lee Jeremías29:11-13, Miqueas 7:7